La razón del pueblo se convierte en la razón de la burguesía sobre el pueblo.
Las variaciones ideológicas de esta razón paternalista se identifican en los monótonos ciclos de protesta y represión. La razón de izquierda se revela heredera de la razón revolucionaria burguesa europea. En ese nivel, la colonización imposibilita una ideología revolucionaria integral que tendría en el arte su expresión mayor, porque sólo el arte puede aproximarse al hombre tan profundamente como lo permita el sueño de esta comprensión.
La ruptura con los racionalismos colonizadores es la única salida.
Las vanguardias del pensamiento ya no pueden entregarse a la inútil victoria de responder a la razón opresora con la razón revolucionaria. La revolución es la anti-razón que comunica las tensiones y rebeliones del más irracional de todos los fenómenos, que es la pobreza.
Ninguna estadística puede informar sobre la verdadera dimensión de la pobreza.
La pobreza es la máxima carga autodestructiva de cada hombre y repercute psíquicamente de tal forma que el pobre se convierte en un animal de dos cabezas: una es fatalista y sumisa a la razón que lo explota como esclavo. La otra, en la medida en que el pobre no puede explicar el absurdo de su propia pobreza, es naturalmente mística.
La razón dominadora clasifica al misticismo como irracionalista y lo reprime a pura bala. Para ella, todo lo que es irracional debe ser destruido, ya sea mística religiosa, ya sea la mística política. La revolución, como estado del hombre poseído que lanza su vida rumbo a una idea, es el espíritu más elevado del misticismo. Las revoluciones fracasan cuando el estado de posesión no es total, cuando el hombre rebelde no se libera completamente de la razón opresora, cuando los signos de la lucha no se producen en un nivel de emoción estimulante y reveladora, cuando método e ideología, todavía accionados por la razón burguesa, se confunden hasta tal punto que paralizan la lucha.
Mientras que la sinrazón planea las revoluciones, la razón planea la represión.
Las revoluciones se hacen en la imprevisibilidad de la práctica histórica que es la cábala del encuentro de las fuerzas irracionales de las masas pobres. La toma del poder político no implica el éxito revolucionario.
A través de la comunión hay que tocar el punto vital de la pobreza, que es su misticismo. Este misticismo es el único lenguaje que trasciende el esquema racional de la opresión. La revolución es una magia porque es lo imprevisto dentro de la razón dominadora. A lo sumo, es vista como una posibilidad comprensible. Pero la revolución debe ser imposible de comprender para la razón dominadora, de tal forma que ella misma se niegue y se devore frente a su imposibilidad de comprender.
El irracionalismo liberador es la más poderosa arma del revolucionario. Y la liberación, incluso en la violencia provocada por el sistema, significa siempre negar la violencia en nombre de una comunidad fundada por el sentido del amor ilimitado entre los hombres. Este amor nada tiene que ver con el humanismo tradicional, símbolo de la buena conciencia dominadora.
Glauber Rocha, Eztétyka del sueño, 1971, p. 138 y 139, en La revolución es una eztétiyka, Ed. Caja negra, 2010