Los manifiestos ideológicos muchas veces se confunden en lo más elemental. El peor enemigo del arte revolucionario es su mediocridad. Frente a la evolución sutil de los conceptos reformistas de la ideología imperialista, el artista debe ofrecer respuestas revolucionarias que bajo ninguna hipótesis acepten las propuestas evasivas. Y lo que es aún más difícil, es necesaria la identificación precisa de lo que es arte revolucionario útil al activismo político, de lo que es arte revolucionario lanzado a la apertura de nuevas discusiones, de lo que es arte revolucionario rechazado por la izquierda e instrumentalizado por la derecha.
En el primer caso, como hombre de cine, yo cito la película La hora de los hornos, de Fernando Ezequiel Solanas, argentino. Es un típico panfleto de información, agitación y polémica, utilizado actualmente por activistas políticos en varias partes del mundo.
En el segundo caso entrarían algunas películas del cinema novo brasileño, entre ellas mis propias películas.
Y por último, la obra de Jorge Luis Borges.
Glauber Rocha, Eztétyka del sueño (1971), en La revolución es una eztetyka, p. 136-137. Ed. Caja negra, 2010.