¿Nos hemos apartado totalmente de ti? Dios mío, ¿no nos está reservado ni un hálito de tu paz, de tu mensaje, en esta noche? ¿Puede haber expirado tu palabra así en el vacío de Sión? ¿Ni siquiera se ha introducido en este reino mágico de apariencia? Casi consumado hasta el techo está ya el gran engaño del mundo Concede Dios, que despierte aquél al que tu nada penetró. Sólo así la revelación ilumina el tiempo que te condenó, sólo tu nada es la experiencia que puede obtener de ti. Sólo así entra en la memoria la enseñanza que rasga la apariencia: el más seguro legado del tribunal oculto. En la balanza de Job nuestro lugar fue medido con precisión sin consuelo como el Día del Juicio hemos sido conocidos a fondo. En instancias infinitas se refleja lo que somos. Nadie conoce el camino cada trayecto nos ciega. A nadie le puede ser provechosa la salvación, esta estrella está demasiado alta y si también tú hubieras llegado allí, te obstaculizarías a tu mismo el camino. Entregada a merced de los poderes que ya no están dominados por la súplica, no puede desplegarse ninguna vida que no se hunda en sí misma. Del centro de la destrucción A veces surge un rayo, mas ingenuo señala la dirección que nos ordenó la ley. Desde que este triste conocimiento permanece intocable ante nosotros, se ha rasgado súbitamente un velo, Dios, ante tu majestad. Tu proceso comenzó en la tierra, ¿concluye ante tu trono? Tú no puedes ser defendido ahí no vale ninguna ilusión. ¿Quién es el acusado? ¿tú o la criatura? Si alguien te lo preguntara sólo te hundirías en el silencio. ¿Puede hacerse una pregunta así? ¿Es indeterminada la respuesta? Ay, tenemos que vivir, sin embargo, hasta que nos interrogue tu tribunal.
Gershom Scholem, Poema didáctico (1934) en Walter Benjamin/Gershom Scholem, Correspondencias 1933-1940, Ed. Taurus, 1980. Trad. Rafael Lupiani y Begoña Lloret.