Del mismo modo que el motivo radical del miedo en Hobbes destroza las raíces de la propia idea de vida noble, los moralistas franceses del siglo XVIII, guiados por la idea de la motivación radical del
amour propre, destruirán las premisas del excesivo ideal del desinterés, marco en el que aún cobraba sentido la concepción de una vida santa. Puesto que la Modernidad ha dejado de necesitar esas patéticas diferencias, tales como las existentes entre el santo desinteresado y la pecadora multitud egoísta, inventa, a través de la psicología del amor de sí y del sentido para el interés personal, una plataforma humana sobre la que los nuevos iguales se pueden encontrar en una especie de
négligé moral sin sentirse confusos. La sociedad moderna invierte en normalidad burguesa, de ahí que por doquier quiera ver a hombres susceptibles de confianza guiados por sus respectivas motivaciones egoístas.
Peter Sloterdijk. El desprecio de las masas, Ensayo sobre las luchas culturales de la sociedad moderna. Pre-Textos, 2011. Trad. Germán Cano.
2 comentarios:
Siempre me ha sorprendido mucho la convivencia de las prácticas cristianas (ir a misa, apelar a la moral, tener fe y hacer un poco de caridad de cuando en cuando) con la negación sistemática de los principios básicos del cristianismo sobre la que se sostiene nuestro mundo. O en otras palabras: que "amar" a Dios sobre todas las cosas no implique amar al prójimo como a uno mismo.
Saludos, señor luciérnaga.
La praxis histórica del cristianismo se ha caracterizado -salvo excepciones- por su incoherencia, al menos en su versión institucional: guerras religiosas, cismas, conversiones a sangre y fuego, persecuciones, expulsiones, inquisición... Y casi lo mismo se puede predicar de su grey, muy dada a la hipocresía y la falsa moral, en definitiva, a la contradicción radical entre la teoría y la práctica cotidiana como si de dos mundos radicalmente separados se trataran.
Muchas gracias por su comentario Madame B.
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