Tantas veces había oído que le decían esas cosas que para él nada tenían de original. Emma se parecía a todas las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejababa al desnudo la eterna monotonía de la pasión, que siempre tiene las mismas formas y el mismo lenguaje. Este hombre tan lleno de práctica no distinguía la diferencia de sentimientos bajo la semejanza de expresiones. Porque labios libertinos o venales le habían susurrado frases parecidas, creía muy poco en el candor de éstas; había que rebajar -pensaba él- las palabras exageradas, esconden afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces en las metáforas más vacías puesto que nadie, jamás, puede dar la exacta medida de sus necesidades, de sus ideas, de sus dolores, pues la palabra humana es como un caldero cascado sobre el que tocamos melodías que sólo harían bailar a los osos, cuando lo que pretendemos es conmover a las estrellas.
Madame Bovary, Alba, 1984, Trad. Luisa Salomone.
2 comentarios:
Impresionente fragmento. La novela alcanza una hondura psicológica que llega a ser turbadora.
El personaje de Emma Bovary es muy perturbador, toda una radiografía de la desazón existencial y del enamoramiento del amor. Un Quijote decimonónico del amor.
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